jueves, 14 de enero de 2010

CRONICA SIN TÍTULO...


¿Es acaso qué no valgo tanto como escritora?


Hoy me desperté de madrugada, me puse mis pantuflas y me arreglé el cabello con las manos en el espejo que me quedó de paso; alimenté por última vez a mi tortuga, cobije a mi perro y me dirigí al balcón; el viento era implacable y jugueteaba bajo mi bata, acariciaba mis piernas y erizaba mi piel, dejaba mi cabello hacia la nada y por momentos éste me tapaba la visión. A lo lejos se escuchaba una ambulancia, el sonido de los claxons parecían tocar una tonada inconsciente, el aullido amargo de un perro a lo lejos, murmullos de lo que podrían ser diálogos de gente ebria, el derrapón de las llantas de una moto y ruidos propios de la noche; intenté mirar las estrellas pero el cielo se cubría por una espesa nata de smog, la luna llena luchaba por hacerse presente entre una nube que perdía vida.


Di un par de pasos más, me tomé del barandal pegando mi cuerpo, cerré mis ojos mientras el viento abofeteaba mi rostro, al mismo tiempo que el baile de los árboles impulsados por el viento comenzaba su cadencioso show...


Fue entonces cuando recordé que últimamente todo ha estado mal, que la suerte ha pateado mi vientre, que me escupió el rostro, que arañó mis ilusiones, que vomitó en mis anhelos y se burló de mí; no tuvo clemencia hasta dejarme casi muerta, le pedí ayuda aún moribunda, extendí mi mano implorando piedad, mi rostro era amorfo ¡y ella se volvió a burlar!... ¡Maldita sea!, ¡por qué a mí maldita suerte ten piedad de mi!...


Abrí mis ojos y me dí cuenta que había subido al barandal, que mis pies ahora estaban donde antes estuvieron mis manos... en el barandal; mi bata ondeaba como bandera en son de libertad y mis ojos no paraban de llorar... Abajo un cúmulo de personas gritaba que "no lo hiciera", ¿qué no hiciera qué? me preguntaba, ¡nada ya se puede remediar!; algunas patrullas acordonaban la zona, la gente seguía llegando, una ambulancia y algunos paramédicos hablaban por radio, había mujeres histéricas, obreros cansados pero morbosos, algunos drogadictos se burlaban y yo no comprendía nada... ¿quién los llamó?, ¿por qué están aquí?...


Cerré mis ojos y volví a escuchar los ruidos de la noche, el perro había parado de aullar... la luna había vuelto a brillar y el viento de nuevo había venido a jugar; ¡todo estaba perfecto!, apreté mis ojos y estiré mi pierna derecha al vacío para dar el paso final... de ahí... ya no recuerdo algo más...

LAGRIMAS POR ESTE REQUIEM