Recuerdo que llegué a casa algo trastornada aún, un par de horas antes había salido para distraerme, pero mis ojos me ardían y mi lagarto izquierdo me atosigaba pidiendo que regresásemos a casa...
Arrojé mis bolso, ni siquiera sé a dónde; aventé mis zapatos tan lejos como pude y solté mis cabello. Hipnotizada por una especie de trance busqué mi pijama y comencé a desmaquillarme los ojos y la cara, era como si no pensara en nada más, me dirigí al baño para lavar mi rostro y ahí lo descubrí...
¡Ella me miraba con esos ojos que siempre me habían intimidado y daban miedo!, tenía aquella sonrisa patética e irónica que emulaba su victoria en una especie de "te lo dije", y contoneaba su cuerpo con alegría mientras musitaba alguna canción para vana gloriarse, ahí estaba en el espejo... ¡Soledad!.... después agachamos la mirada... sabíamos que esto había terminado... que jamás nos separaríamos y que estábamos condenadas a vivir así, el llanto inundo mis ojos y me llevé las manos al rostro ¡en verdad había intentado separarme de Soledad!... pero es imposible somo una en verdad... ¡Estoy condenada a la eterna Soledad!...
Salí del baño, destendí mi cama y encendí el motor para viajar lejos de ahí, Soledad danzaba y se contoneaba; ¡sí, de nueva cuenta me había ganado la partida!...
