No puedo escribir igual que ayer, el presente es absurdo, todo parece un sueño, pretendo despertar pero mis ojos son pesados, mis oídos sangran y mi mirada apunta a un infinito creado por mi.
Las siluetas se esfuman y encerrada en una caja de cristal habito respirando azufre, mis deshechos me alimentan y la locura me acompaña, estoy mareada, tengo náuseas y voy a explotar, hay muchas ideas en mi cabeza y poco espacio. Ya no tengo palabras, mis dedos se desmoronan, mi letra es patética y poco entendible, tengo ganas de tener ganas, sin forzar mis ganas que yacen sin ganas; no tengo más remedio que vivir en utopías, mis rimas se prostituyen entre el farfullo, y la lobreguez reina en mi corazón, ¿puede una sinfonía curar mi alma?, los cristales se empañan y mis ideas son escasas, no hay conexión en mis entrañas y mi sudor es frío mientras muero de angustia.
No tengo como finalizar este texto, mis ideas de nuevo me abandonaron, dejo de escribir mientras poco a poco cierro mis ojos al escuchar a Mozart, es el final perfecto para aventar el bolígrafo, dejarme llevar por los violines, morir al finalizar la sinfonía No. 40 en manos de Mozart... y cerrar esta caja musical.